«Conocí al padre Sandro desde muy niña. Desde que ingresé a esta comunidad parroquial tuve el gusto de dejarme formar desde el inicio de mi vida. Siempre lo recuerdo como una persona sencilla, muy cercana, humilde y cariñosa sobre todo con los niños.
Quería que todas las personas formaran parte de la comunidad. Fue una persona honesta, pero sobre todo, una persona enamorada de su vocación, de su ministerio, de su servicio y eso se notaba con su entregaba a su pueblo y a su parroquia.
Lo hemos conocido preocupado por dar a conocer la palabra de Dios y por construir una comunidad verdaderamente cristiana. Yo estaba en la comunidad parroquial formando parte de los grupos que él organizaba. Fue la primera persona que puso en mi mente y en mi corazón la inquietud vocacional.
Recuerdo en una conversación (en aquel entonces, yo era muy joven) me dijo: «Veo en ti una clara vocación, no te has puesto a pensar que Dios te está llamando a la vida religiosa? En aquel entonces no entendía de lo que eso significaba, no comprendía la magnitud de sus palabras; pero fue la semilla sembrada en mi interior y que poco a poco se fue desarrollando con la ayuda de las hermanas pastorcitas que después llegaron a nuestra comunidad , yo comen se a pensaren esta posibilidad de la vida religiosa.
Recuerdo que en ese tiempo vino a Trujillo el Papa Juan Pablo II. Toda la comunidad se organizó para asistir a este encuentro. El padre Sandro alquiló dos buses, pero también en aquel entonces la pobreza era tan grande, yo no tenía para el pasaje y eso me puse muy triste. El padre Sandro, al pasar por mi casa en el cruce de Santa, le dijo al chofer que parara uno de los buses, bajó e ingresó a mi casa a buscarme.
Junto a Elsa, me llamó para colaborar con la liturgia. Nos reuníamos con frecuencia en su casa, pues él no quería proclamar la Palabra sin prepararse y tener un ensayo previo en el templo. Nos enseñaba cómo hacer la monición. Este contacto cercano ha hecho que fortalezca mi camino vocacional.
Aunque parecía un poco frío, el padre Sandro tenía uno detalles únicos; especialmente con los niños de Catequesis Familiar. Era muy cercano a los niños, y se hacía un niño entre los niños, se ganaba su confianza y cariño. Lo veíamos rodeado de niños que se acercaban a saludarlo cuando iba por el valle.
Gracias padre Sandro por demostrar a cabalidad tu ministerio, testimonio de vida y por tu amor a Dios. ¡Enséñanos desde el cielo cómo amar a Jesús hasta dar nuestra vida como tú lo has hecho». (Hna. Mirina)
Publicado en Mar Adentro, setiembre 2015