(Por: P. Giovanni Sabogal Osorio).- «Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde en cambio el que aborrece su vida en este mundo la conserva para vida eterna» (Jn 12, 24-25).
Todos estamos llamados a la vida, hemos nacido para morir, para vivir, es nuestro destino. El ser humano nace para seguir viviendo y todos estamos llamados a vivir. La muerte es un puente, es un paso, que debemos cruzar para seguir viviendo en los brazos del Señor.
Hemos salido de Dios, para volver a Dios. Todos sin excepción: ricos, pobres, casados, solteros, niños, jóvenes, ancianos… todos estamos llamados a morir. Es necesario morir para seguir viviendo.
Y cómo no recordar a los grandes santos, especialmente a San Francisco de Asís: “Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar”.
No es que deseamos o intentamos estar en contra de la vida, porque estaríamos en contra de Dios, de su creación, en contra del don precioso, en contra de la dignidad humana. Al contrario estamos a favor de ella; defendamos la vida y la vida es Cristo. “Cristo es mi vida y el morir es mi ganancia” (Flp 1,21), dice San Pablo.}
Dios quiere que vivamos con intensidad y amor la vida, debemos disfrutarla y celebrar la vida como Dios manda para así seguir viviendo, a la diestra de Dios Padre. La vida nuestra es estar en morada del Señor.
Recuerdo muy bien la carta que escuché atentamente en la celebración de la vida, en la eucaristía celebrada a un mes de la muerte del padre Sandro, en setiembre de 1991: “Llevo en el alma pensamientos de perdón hacia las dos personas que lo mataron, hacia los que les dieron las armas y pervirtieron su corazón para la violencia. Estoy dispuesto a darles el abrazo de paz, pues creo que con su gesto solamente adelantaron para Él la vida eterna con Dios. Monseñor Romero, obispo de El Salvador eliminado hace 11 años durante la celebración de la misa, dejó escrito: “Si me matan, resucitaré en la vida de mi pueblo”. Así también el padre Sandro está vivo con ustedes, su pueblo. (Amabile Dordi, hermano del Padre Sandro 18/9/1991)
¡Apostemos por la vida, vivamos la vida con amor, con respon-sabilidad, con alma, vida y corazón para ganarnos la vida eterna, así como nuestros hermanos mártires: padres Miguel, Zbigniew y Sandro.
Morir para vivir parece ser una paradoja o una contradicción según el pensamiento humano, pero bajo el pensamiento de Cristo es distinta y es nuestro destino. Si queremos seguir viviendo debemos morir, morir al pecado, nuestras malas actitudes, pensamientos, dejar todo lo malo para seguir viviendo en la gracia de Dios.
Que el Dios de la vida les siga bendiciendo.