(Por: P. Giovanni Sabogal).- Padre Sandro fue y será siempre un hombre de Dios, un hijo amado de nuestro Creador. ¡Cómo no tenerlo presente, cómo no recordarlo siempre, cómo no agradecer a Dios de todo corazón! por habernos dado a un hijo, hermano, amigo, misionero, a un hombre de Dios.
Padre Sandro vino desde Bérgamo (Italia) a nuestra amada tierra de Santa, a su querida parroquia Señor Crucificado de Santa en 1980; y desde esa fecha hasta el 25 de agosto de 1991 entregó, día a día, su vida a Dios y su comunidad. No tuvo miedo de darse por nosotros y dedicar su tiempo por los más pobres.
Él será siempre un Buen Pastor, un misionero a carta cabal, que visitaba con amor a todo el valle de Santa. ¡Cómo no recordar tu preocupación por el pan espiritual y el pan material para todos tus hijos, sus fieles de la parroquia, del valle y sus comunidades.
El Padre Sandro nos enseñó a darle un tiempo a Papá Dios; a amarlo con todas las fuerzas y la pasión, así como a nuestro prójimo.
Se hizo uno nuestro con su sencillez, su humildad, su servicio, su bondad y fue un verdadero mensajero de Dios, apóstol de los pobres y de los enfermos. ¡Cómo no recordar sus yanquis y su sombrero!
Su vida estaba insertada y compenetrada en nuestra comunidad y en las familias. Se preocupó para que todas las comunidades tengamos un lugar para Dios y para nosotros mismos en nuestra formación cristiana.
Son innumerables las obras Padre Sandro: el botiquín parroquial, el club de madres, los centros de formación, sus capillas, el CEO y los talleres; además los cursos de alfabetización, manualidades, primeros auxilios, etc.
Fue un hombre multifacético, un amante de la creación de Dios. Nos llevaba a admirar y a contemplar su creación. Íbamos al campo, a la playa, al río, a la chacra, al cerro, etc. Le gustaba el deporte, pintar, bailar, caminar, trotar, etc.
Fue un verdadero trabajador, un campesino más que enseñaba a ser responsables de nuestros actos, amar la parroquia, a tener cuidado y respeto con la casa de Dios… a amar a nuestra tierra, a nuestros padres, la familia y al prójimo. Él fue y será siempre un verdadero sacerdote a los ojos de Dios y de todos los hombres y mujeres que lo conocimos.
Trabajó en la viña del Señor, como Jesús, el Buen Pastor con las familias, especialmente con la catequesis familiar, los acólitos, los grupos parroquiales y las comunidades; contando con la ayuda de las hermanas pastorcitas.
Fue un hombre de oración, porque siempre lo veíamos en las primeras bancas del templo parroquial orando ante Jesús Sacramentado, ante el Señor Crucificado de Santa. También en el arenal, en el cerro de la juventud, en la playa y en todo lugar se ponía en sintonía y comunicación con Papá Dios.
Un domingo 25 de agosto de 1991, después de celebrar la Santa Eucaristía en Vinzos, nos enteramos que unos hermanos nuestros adelantaron su encuentro a Dios. Todos lloramos su muerte.
El padre Sandro fue y será fuente de inspiración para cada uno de nosotros. Le pedimos que interceda por nosotros; especialmente por los más necesitados, los pobres, los enfermos y por mí indigno siervo de Dios. (P. Giovanni Sabogal)
Publicado en Mar Adentro, agosto 2015