TESTIMONIO P. MIGUEL COMPANY Durante la época de violencia política en nuestro país, la Iglesia católica en Chimbote sufrió amenazas y violentos ataques contra sus pastores, hasta llegar al asesinato de tres misioneros en Pariacoto y Santa; tragedia que se inició en Chimbote con el atentado de muerte, el 27 de julio de 1991, contra el sacerdote español Miguel Company Bisbal, entonces párroco de la parroquia San Pablo. Dos semanas después, los terroristas dieron muerte a los frailes franciscanos Miguel y Zbigniew, y el 25 de agosto del mismo año, al misionero italiano Sandro Dordi.
El padre Miguel Company salvó de morir, mientras la violencia terrorista seguía golpeando a la Iglesia y causando miles de muertes en el país. Este atentado significó su retorno a España y su alejamiento de la parroquia San Pablo, a donde había llegado a sus 25 años para ejercer su ministerio sacerdotal, haciéndose uno más dentro del barrio y contagiando su sencillez.
Partió pero su corazón sigue conectado a ésta su primera comunidad parroquial, donde se hizo maestro de religión, fotógrafo, jugador y árbitro de fútbol, comentarista deportivo; además de hincha incondicional del club local Nueva Generación.
Hoy, próximos a la beatificación de nuestros tres mártires, el padre Miguel comparte su testimonio de lo que vivió, sus deseos de paz y su alegría de que le Iglesia chimbotana sea bendecida con tres beatos.
UNA IGLESIA JUNTO A SU PUEBLO
Para el padre Miguel Company, el compromiso social de la Iglesia local en la década de los 80 y 90 era no compatible con la ideología que propalaba Sendero Luminoso, grupo armado que fue responsable de miles de muertes y atentados terroristas en el país, y que no sólo se infiltró en universidades, sino también en las parroquias.
Recuerda que en fiestas patrias de 1990 asume el gobierno Alberto Fujimori, con una inflación y devaluación descontrolada. “Pero fue el paquetazo económico que causó un gran desastre en el pueblo peruano, que generó la creación de comedores infantiles y clubes de madres con apoyo de Unicef y Cáritas”, nos dice.
“Que la iglesia se dedicara a paliar esta crisis, era negativo para Sendero Luminoso. Eran tiempos en que había un fuerte compromiso de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos con los diferentes grupos populares de Chimbote. Muchas veces, las parroquias servían para la preparación de ollas comunes para los sectores gremiales y sindicatos en huelga en reclamo a sus derechos”.
El padre Miguel recuerda que la participación de los jóvenes era intensa, asumiendo tareas solidarias y así empezaron a nacer las primeras vocaciones sacerdotales en la Diócesis de Chimbote. En ese entonces, había unos 35 sacerdotes pastoreando la Diócesis, de ellos unos 20 eran norteamericanos y 5 europeos, misioneros que se decidieron aceptar el desafío de evangelizar y servir a los pobres en el Perú.
La parroquia San Pablo, gracias a donaciones gestionada por el padre Miguel, había empezado a construir su templo en julio de 1987 y se terminó un año después. “La gente llenaba el templo. Incluso la misma noche del atentado recuerdo haber celebrado 4 misas: una de cuerpo presente, matrimonio, novena de la Virgen del Perpetuo Socorro y las bodas de oro de un matrimonio del barrio”.
Fue precisamente terminando esta jornada, cuando al ingresar a su vivienda, el padre Miguel fue baleado por dos sujetos que escaparon entre los gritos de los vecinos.
Semanas antes, ya Monseñor Luis Bambarén había reunido a sus sacerdotes para manifestarles que se venían momentos difíciles. Se habló incluso del pedido de los terroristas de la salida de Chimbote de todos los sacerdotes extranjeros, por considerarlos “aliados del imperialismo”. Pero, los pastores, al contrario, decidieron quedarse en esta tierra y firmaron un acta de compromiso que seguirían como misioneros, evangelizando en sus comunidades parroquiales.
Tras el atentado al padre Miguel, vinieron los asesinatos a los frailes franciscanos Miguel y Zbigniew en Pariacoto, y al padre Sandro Dordi, en Santa. Similares atentados también se registraron en otras jurisdicciones eclesiásticas y contra otros grupos religiosos.
“Ellos, sin duda, han sido una semilla para el florecimiento de la Iglesia en Chimbote, pese a que las cosas nunca son fáciles, pero su martirio tiene un gran valor. Esta desgracia que vivimos, en el sentido humano, del asesinato de tres de nuestros hermanos sacerdotes, ha sido positivo para la Iglesia, pues ellos han dado la vida por su fe”, dice el padre Miguel.
“He recibido con mucha alegría la noticia de la pronta beatificación de Miguel, Zbigniew y Sandro, y es una gracia para la Iglesia en Chimbote, una Iglesia mártir, que siempre estuvo del lado de la justicia social y la paz”, agrega.
El padre Miguel, en la actualidad lleva una parroquia en Palma de Mallorca (España), su ciudad natal. Luego de su retiro de Chimbote, continuó con su labor docente en una escuela; y desarrollando su servicio sacerdotal. No ha dejado de visitar Perú, Chimbote y su parroquia San Pablo; regreso que significa reencuentro, memoria, la alegría de recordar las anécdotas; y sobre todo, descubrir que él también fue una semilla que Dios permitió sembrar en las vidas de miles de personas con las que compartió su vida como sacerdote, misionero y amigo.
Por: Nora García Vásquez – Periodista www.peruenlinea.org
Entrevista publicada en Mar Adentro, agosto 2015. Periódico de la Diócesis de Chimbote