Celebración de la memoria litúrgica de los Beatos Mártires de Pariacoto en la Basílica de San Francisco en Cracovia

Celebración de la memoria litúrgica de los Beatos Mártires de Pariacoto en la Basílica de San Francisco en Cracovia
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LA HOMILÍA DE P. JUAN ROGER RODRÍGUEZ RUIZ

Durante la celebración de la memoria litúrgica de los Beatos Mártires de Pariacoto en la Basílica de San Francisco en Cracovia, Polonia, el Padre Juan Roger Rodríguez Ruiz, representante de la Diócesis de Chimbote ofreció la siguiente homilía:

Queridos hermanos y hermanas

Me permito en esta familia franciscana tomar las palabras de San Francisco de Asís: «Paz y bien» a ustedes congregados en este magnífico templo que canta la grandeza y a la vez la simplicidad de Dios.

Vengo como portador de un saludo de gratitud de la Diócesis de Chimbote para ustedes, especialmente para los franciscanos conventuales que nos enviaron a los frailes Michel y Zbigniew, valientes misioneros que Dios quiso acogerlos como mártires de la fe y la caridad.

Saludo con especial deferencia a Fray Mariano, Provincial de los Franciscanos Conventuales en Polonia, que ha tenido a bien invitarme en esta fecha tan significativa para nuestra Iglesia tanto en Polonia como en Perú. Esta experiencia la llevaré en lo profundo de mi corazón.

Desde que he llegado a Polonia, me decía: Estoy pisando tierra de santos y mártires. Efectivamente desde el siglo XIII esta tierra bendita ha tenido testigos de santidad; me viene a la mente a Santa Faustina Kowalska, mística y misericordiosa, a San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, a San Juan Pablo II, el Papa de corazón universal y generoso, al beato Jerzy Popiełuszko, sacerdote carismático y valiente. Más recientemente, el 17 de diciembre de 2022, el Papa Francisco ha aprobado el decreto sobre el martirio de Jozef e Wiktoria Ulma y de sus siete hijos, asesinados el 24 marzo 1944 en Markowa. Los seis hijos tenían entre 8 y 12 años y el sétimo estaba aún en el vientre materno. Es un hecho original, significativo y novedoso, pero también es la experiencia de fe de una familia polaca testigo del amor y ejemplo del buen samaritano.

En esta secuencia de santidad los mártires Michel y Zbigniew son la demostración más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta y que manifiesta su belleza aún en medio de las persecuciones más atroces.

El próximo domingo celebraremos la solemnidad del Corpus Christi y precisamente los mártires Michel y Zbigniew se nutrieron de la Eucaristía porque era el centro y el culmen de su apostolado, su corazón era el lugar de sus decisiones cruciales y la fuente de su vitalidad corporal y espiritual, es el lugar donde estaba Dios.

En el Perú «al P. Zbigniew los enfermos lo llaman “nuestro Doctorcito” y cuentan diversas curaciones. Al P. Miguel lo siguen queriendo los niños y los jóvenes, que siempre visitan su tumba y guardan en sus corazones sus enseñanzas. Damos gracias a Dios que les concedió la gracia extraordinaria del martirio y también a nuestros mártires por legarnos el testimonio de su vida hasta derramar su sangre por Cristo y por las almas que Él les confió».

Cuando la Iglesia empezó a hablar de justicia, de verdad y de perdón, la organización guerrillera Sendero Luminoso acusó a los misioneros de estar al servicio del imperialismo porque distribuían las ayudas que les enviaba Cáritas. Y mientras la Iglesia reforzaba sus lazos con los pobres en el ejercicio de la caridad, la guerrilla veía que se frenaba en el pueblo el impacto de sus esfuerzos para desencadenar una sublevación violenta.

En Pariacoto, el viernes por la noche del 9 de agosto de 1991, al terminar la celebración de la Misa celebrada por los sacerdotes Michel y Zbigniew, un grupo de senderistas armados, con los rostros cubiertos, irrumpieron en la casa parroquial, ataron a los dos sacerdotes y después de hacerles un «juicio popular» ante la población de Pariacoto, les increparon que al repartir víveres «adormecen» la conciencia revolucionaria y frenan la revolución con el rezo del Rosario, la Misa y la Biblia; y que al predicar el Evangelio engañan al pueblo porque la religión «es el opio del pueblo». También los acusaron de proclamar la paz y de ser imperialistas.

Hacia las nueve de la noche, camino a Pueblo Viejo, los sacerdotes fueron disparados cobardemente.

Son los primeros mártires del Perú y de América del Sur. Ellos son mártires tanto por la sangre derramada por la confesión de la fe ante los asesinos, como por la confesión de la caridad, que transforma nuestra historia, contaminada por el mal, en historia de salvación, fermento de esperanza y de bondad.

Los mártires, aunque hablaban la lengua polaca, se comunicaban con la lengua de la caridad, el idioma de Dios. Su predicación, su testimonio, su apostolado y su aceptación del martirio fueron lecciones de caridad, que es el auténtico sendero luminoso que trae vida y no muerte, que genera paz y no guerra, que crea fraternidad y no división. Es la caridad la que acompaña a la humanidad hacia su realización plena.

Los beatos Michel y Zbigniew encendían en su misión el fuego de la caridad evangélica, de la ayuda a los necesitados, de la defensa de los pequeños y de los débiles. Este era su apostolado. Obraban el bien para contrastar el mal.

Ellos nos infunden alegría y esperanza en la bondad de los hombres. Los mártires son los verdaderos tesoros de la Diócesis de Chimbote y del Perú. Muestran la evidencia de que la caridad vence siempre al mal.

El Papa Francisco les llama «testigos fieles de la caridad y de la justicia evangélica hasta el don de la vida ofrecido por amor de los hermanos».

Los beatos mártires nos invitan también a afrontar el martirio del cansancio cotidiano, que significa fidelidad en la familia, perdón continuo para quien se opone y nos ofende, la superación valiente de las dificultades, el compromiso en la buena educación de los hijos, la colaboración creativa al bien común, el compartir con quien sufre y el testimonio valiente de nuestra fe sin temor y sin límites.

Los sacerdotes Michel y Zbigniew fueron ejemplares y valientes, son mártires de la Iglesia, testigos de Cristo, en su confesión de fe y en su vida y en su muerte, imitando la obra y la muerte salvífica del Redentor. Son al mismo tiempo una manifestación, un testimonio del mismo Espíritu Santo, que sublima su valor. San Juan Pablo II, polaco como ustedes y los mártires, decía en Incarnationis mysterium: «Un signo perenne, pero hoy particularmente significativo de la verdad del amor cristiano, es la memoria de los mártires. ¡Que no se olvide su testimonio!»

Se que en el Convento de San Francisco de Asís aquí en Cracovia se está preparando el Museo de los Mártires de Pariacoto donde se pueda reunir y exponer recuerdos sobre la vida, vocación y misión de los mártires en Perú, y también los frutos del culto a los mártires de Pariacoto.

Así, la historia cristiana moderna confirma continuamente lo que decía Tertuliano: «la sangre de los mártires es semilla de más cristianos».

Con estos testimonios de caridad, la Iglesia como Pueblo de Dios se siente fortalecida en la fe, animada en la esperanza y consolidada en la fraternidad. Que Dios bendiga a Polonia, con la que quedamos unidos por la sangre de nuestros queridos mártires Michel y Zbigniew.

Padre Juan Roger Rodríguez Ruiz

Después de la Eucaristía se llevo a cabo la presentación de canciones por el coro «Paz y Bien» de Pariacoto y el testimonio de Hermana Berta Hernandez Guerra.


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Bogdan Plawecki (fray Teodoro)

Pertenece a la Orden de los Frailes Franciscanos Conventuales

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