Giovanni Nosari (ex compañero de Seminario del P. Sandro) “El Padre Sandro era un montañés auténtico. Amaba las montañas y las recorría con alegría y entusiasmo. Nunca se cansaba. Era muy difícil seguirlo en la montaña. En la cumbre del Recastello hay un pequeño cuaderno, quien llega allí pone su firma. Como los demás también está la del Padre Sandro.
Cuando supe de su martirio, hablé de él con un compañero y se puso a llorar. Yo también creo que es un mártir. Siempre me asombró su espíritu evangelizador. Estoy convencido que el Padre Sandro y muchos otros misioneros, han vivido la “vocación de martirio” para el bien de los que invocan dignidad y liberación. Son verdaderamente santos porque lo han hecho en nombre de Cristo.
Siempre me dejé llevar por su sonrisa, era como de un niño. Estoy convencido que el Padre Sandro me está mirando, sonríe y me llama a vivir intensamente y con fidelidad el ideal misionero”.
Padre Maurilio Mologni (ex párroco de Gromo S. Marino) “He vivido los años del Seminario con el Padre Sandro, pero lo conocí más cuando tuve la oportunidad de conocer a sus padres y a su familia. Sus padres le transmitieron sus virtudes y lo prepararon a desarrollar el ministerio sacerdotal. El Padre Sandro había tomado muchísimo del padre y de la madre. Hablaba poco como el padre, pero sabía tomar la palabra en el momento justo. Decididos los dos, cuando querían algo llegaban hasta el final. Siempre disponibles para ayudar, llevaban dentro de sí mismo ternura y dulzura, aunque muy raramente lo demostraban. Así eran.
La mamá del Padre Sandro era una mujer sencilla y religiosa. De ella, se puede decir que estaba constantemente cerca de sus hijos. Les transmitía su amor en silencio, con su bondad y su oración.
Yo creo que el Padre Sandro aprendió de sus padres a creer en la bondad de Dios, a sonreír, a amar a la Iglesia y a aceptar con gozo la voluntad de Dios”.
(Tomado del libro En el camino de la esperanza – Assunta Tagliaferpi)