Mi acercamiento a Dios, con mayor devoción comienza con la catequesis que emprendieron los padres Franciscanos. Sobre todo, el Beato Miguel que era el encargado de esta zona de Quisquis. En esas reuniones de catequesis nos reuníamos niños, adolescentes y padres: éramos muchos.
Recuerdo que, en unas de esas reuniones, en la tarde, cuando ya habíamos terminado la charla de catequesis nosotros, el Padre Miguel empezó la charla con los padres. Mis compañeros se iban retirando y yo me quedé esperando a mis padres para regresar con ellos a la casa que se encuentra más arriba de la parroquia. Para eso me recosté en la última banca y me quedé dormido. Al despertar, todo estaba oscuro y en completo silencio ¡todos se habían ido! después de terminar la catequesis. Mis padres pensaron que ya me había regresado a la casa. Abrí la puerta, felizmente estaba sin doble llave y regresé solo a la casa. Me sentí muy seguro y protegido allí en el templo, porque estaba en la casa de Dios: no sentí miedo. Eran tiempos que todavía no llegaba la luz eléctrica. Ese día prometí acudir siempre a la parroquia para participar en todas las actividades que se programaran.
Otra de las cosas que me llenaban de emoción era la forma como tocaba y cantaba el Padre Miguel, quien en esos días le estaba enseñando a tocar la guitarra a mi hermano mayor Dennis, que, a la vez, me enseñaba a mí, lo que iba aprendiendo. Ellos fueron mi inspiración para aprender a tocar la guitarra. Y fue por eso por lo que hice promesa pertenecer al coro de la parroquia de Yaután.
También recuerdo que una vez vino un joven de la parroquia de Pariacoto y nos enseñó la canción «La ley del amor»… Pero los acordes no estaban en ubicación correcta, así la tocábamos… Un día nos escuchó el Padre Miguel, nos hizo parar y él sí, nos indicó las ubicaciones correctas de los acordes para la canción.
U día tuve la oportunidad de participar en un retiro que duraría una semana. Era la primera vez que participaría en un evento así. Ahí conocí a chicos de Lima, Chimbote, Casma, Cachipampa, Pariacoto, Cochabamba, etc. Con muchos de ellos hoy la amistad sigue. Fue una bonita experiencia, aprendimos muchas canciones nuevas, dinámicas de animación y muchas cosas nuevas para mí.
Gracias a esas experiencias hoy puedo decir que la catequesis de Padre Miguel me sirvió de mucho para acercarme más a Dios. Mi agradecimiento eterno a Padre Miguel, Padre Zbigniew y Padre Yarek. La enseñanza que nos dejó el padre Miguel en la música me sirve hasta ahora que sigo participando en el coro de la parroquia de Yaután y lo haré siempre… Pido a los Beatos Miguel y Zbigniew que intercedan ante nuestro Señor para que nuestra juventud siga los pasos de los Batos y el camino a Dios.
Alex Iván BRUNO CANTARO