Según la opinión de los colaboradores de Zbigniew, éste era un buen formador. Tenía sentido pedagógico, era alegre, solícito y, en la oración, recogido. Durante los dos años de su trabajo en Legnica, puso un gran esfuerzo para mejorar las condiciones de vida del colegio. He aquí un fragmento de la carta del rector, Fr. José Szanca:
“Con la aprobación del Provincial, decidimos ampliar el edificio del internado, adaptar el desván para casi 100 personas, es decir, 30 habitaciones. Fue enorme el esfuerzo que tuvimos que hacer para llevar a cabo aquella obra. El P. Zbigniew tramitaba personalmente los permisos y la compra del material. En aquellos tiempos, conseguir unos sacos de cal, cemento o tuberías significaba algo semejante a un milagro. Esperaba en las colas a veces toda la noche, sin ninguna clase de privilegios. Recuerdo que una vez, cuando hacía mucho frío, tuvo que esperar toda la noche en la camioneta del Sr. Rodolfo Fajkis, creyendo que, al amanecer, conseguiría un poco de material de construcción, siendo el primero de los que estaban guardando cola y con una autorización en mano. Sin embargo le dijeron que ya no había más material”.
La Sra. Dorotea Wieczorek, de Legnica, también dio su testimonio sobre el P. Zbigniew: “No podía pasar indiferente junto a otra persona, siempre acudía en su ayuda tanto en lo pequeño como en lo grande. Se preocupaba principalmente por los débiles y los enfermos que muchas veces no sabían cómo arreglárselas en la vida. También ofrecía su tiempo a la gente más bien distante con respecto a la Iglesia y a los sacerdotes. Gracias a su carácter fuerte y a su decisión, conseguía romper las barreras, siendo, al mismo tiempo, un soñador como Francisco. Soñaba con una caridad perfecta entre los hombres. Veía la hermosura de la naturaleza, la armonía del universo, se admiraba del trabajo humano. (Cómo se deleitaba pensando en el amor y la perfección de Dios!”.
Además de su trabajo en el Seminario Menor, ayudaba en la iglesia parroquial de San Juan. Cumplía con prontitud su ministerio en el confesionario, dirigía un grupo de pastoral juvenil en la parroquia. Simultáneamente ayudaba, de forma clandestina, a los soldados soviéticos que se encontraban en Legnica Sus conocidos de aquella época recuerdan que, en las conversaciones que Zbigniew mantenía con ellos, les hablaba con frecuencia de las misiones. Preparándose para el viaje, leía libros de medicina. También su tía Cecilia recordaba este detalle. Primero, soñaba con Bolivia y más tarde, con Perú. El día 30 de junio de 1988, la provincia franciscana de Cracovia tomó la resolución de fundar una misión en Perú. Aquel día, al debatir sobre quién podría ir a la misión, se tomó en cuenta la solicitud de Zbigniew, en la cual se mostraba disponible para esta clase de apostolado. Los futuros misioneros serían: Fr. Jaros»aw Wysoczanski y Fr. Zbigniew Strzałkowski. Zbigniew, por tanto, fue trasladado de Legnica a Breslau, para llevar a cabo, juntamente con Jarek, los preparativos relacionados con la misión.
D. Pedro Karwat recuerda la misa de despedida, celebrada por Zbigniew, antes de su viaje a Perú. En su homilía le decía: “Antes de partir a ese lejano país, llévate una piedrecita del jardín de tus padres y fíjala debajo del cáliz, para que, cuando celebres la Misa lejos de tu patria y de tus seres queridos, puedas soportar mejor la nostalgia de ellos”. No sabemos si lo hizo así.