Casimiro Sobol fue su compañero de clase y durante varios años compartió con él el mismo banco. Según nos cuenta Zbigniew Nijak, en un libro sobre Zbyszek, su vecino de banco con frecuencia se valía de la ayuda de su compañero Zbyszek. Casimiro afirma que Strzałkowski nunca estudiaba las lecciones de memoria, sino que intentaba entender el tema, después ya no le costaba retenerlo en la memoria. Su compañero decía que “todo lo hacía pasar por la lógica”.
En aquellos años, no se impartían clases de religión en las escuelas. Zbyszek y sus amigos acudían para ello a la iglesia de los Bernardinos. Su maestro de religión era un delegado de la catedral, D. Esteban Cabaj. Unos años más tarde, al recordar a su alumno, decía que se destacaba por su recogimiento interior y su interés por los temas fundamentales de la existencia humana, p. ej.: el sentido de la vida y de su relación con Dios. Siempre alegre, jovial, pero al mismo tiempo, pensativo. Su forma de ser suscitaba confianza.
“Era el primero en llegar a las clases de catequesis –decía D. Cabaj– el primero que se ponía en contacto conmigo, que me informaba acerca de algún cambio de horarios. Fue un joven de una fe muy profunda; tenía amigos, fue estimado por todos, siempre encontraba tiempo para ayudar a los demás. La catequesis no era obligatoria y, por eso, algunos chicos no la trataban seriamente. Zbyszek en cambio no se la perdía. Cuando me dijo que quería entregarse a Dios en la Orden franciscana, no me causó ninguna sorpresa. Hoy siento gratitud hacia Dios por aquel encuentro con Zbyszek, por su ejemplo de fidelidad a Dios, hasta el punto de entregar su vida en las misiones de Perú”.